El Instituto de Formación Docente Rosa Silvestri como todo centro educativo de nivel terciario, ¿es un lugar de nuevos descubrimientos, formación de maestros críticos y dispuestos, con esperanzas, con afán de cambios? O ¿simplemente es un tiempo transitorio en nuestras vidas con el único fin de insertarnos en el campo laboral?.
Todo depende del punto de vista que tengamos en cuenta a la hora de hacer este planteo, seguramente, la dirección, el cuerpo docente, y funcionarios consideran que todo en el centro corresponde a aprendizajes significativos para los futuros docentes y por cada cosa mala dirán “es una instancia mas de aprendizaje”.
Pero este artículo tiene como fin abordarlo desde la opinión del alumnado; no podemos negar que el primer día es de gran emoción y expectativas, estamos en un edificio nuevo, donde reside un posible futuro esperándonos; pero no es todo “color de rosas”; con el tiempo empezamos a sentir presión e injusticias que generan impotencia.
Frustración, decepción, bronca; son palabras comunes que se escuchan en los pasillos del IFD, hablamos de docentes despiadados, que salen de cualquier lado, llenándote de trabajos; te persiguen, no te dan tregua ni descanso, presionan y exigen hasta el cansancio.
Los tiempos no dan; parciales, escritos, informes, actividades diarias, planificar para la escuela, es muy ardua la tarea Sin contar que detrás nuestra está el día a día de la vida misma empujándonos sin descanso.
Eso no sería tan grave a simple vista, por detrás, oculto en la sociedad, donde solo el estudiantado sabe, se encuentra: la maestra, la inspectora de práctica, el profesor del área, las directoras, los niños, y frases como “¡horrible tu planificación!”, “¡así quiere la inspectora!”, “¡no tomaste el error!”, “¡fundamentalo!”, “¡te falto el tilde!”, “¡motivalos!”, “¡preguntales!”, etc.
Al estudiante de magisterio se lo disputan dos instituciones que no logran ponerse de acuerdo, que desde tiempo parecen estar divorciadas y se la pasan discutiendo entre ellas el asunto de la tenencia de ese hijo hija que es el alumno; y el alumno, corre para todos lados, siempre encontrando críticas, que muchas veces son juicios de valor destructivos.
Ya lo dijo el Ministro de Educación y Cultura Ricardo Herlich: - “no puede ser un plan que tenga más horas que el día”. ¿Hasta cuándo vamos a estar frustrando a los futuros maestros con los pedidos en los cuales hay que hacer milagros para llegar a tiempo? Los magisteriales no comen ni duermen bien, sienten que no tienen vida fuera del instituto, y a su vez son ignorados; y sus progenitores se desvelan en detalles que solo contribuyen a un desgaste ya desgastado.
Hay momentos que se cae el mundo y lloramos en el silencio de nuestras casas sin encontrar consuelo, solos, bajo el manto de la desazón.
Luego el que aun no abandona piensa en los niños, en la magia de la escuela, y vuelve a la lucha una vez más.
Así podemos comparar la vida del estudiante con un barquito de papel en una bañera.
La bañera será el IFD, y el barquito el estudiante, entre ambos hay agua, que a veces está inquieta y moja poco, a veces hacen que el barquito se hunda (todos sabemos quiénes son el agua), pero lo importante es salir a flote, ya que cuando obtengamos el título de maestro, ya no estaremos en una bañera sino que pasaremos a un gran océano donde hallaremos más problemas que el agua.
Pero ¿qué es en realidad lo más importante? ¿Qué producto seremos al final de este viaje?
¿La formación a quien debe conformar?¿Me reconoceré al otro extremo del camino?
¿La realidad será como la bañera?
Son tantas las interrogantes que surgen y pocas las respuestas claras.
Este artículo más que cuestionar busca plantear interrogantes, inquietudes y reflexionar; acerca de nosotros;”Los Futuros Maestros” “los actuales estudiantes “y sumar otras voces, otras opiniones que abran el debate y hagan surgir otra realidad, no mejor, no peor sino otra, en que dejemos de ser los hijos de esa pareja divorciada que son Mamá instituto y Papá Escuela”.
Pero este artículo tiene como fin abordarlo desde la opinión del alumnado; no podemos negar que el primer día es de gran emoción y expectativas, estamos en un edificio nuevo, donde reside un posible futuro esperándonos; pero no es todo “color de rosas”; con el tiempo empezamos a sentir presión e injusticias que generan impotencia.
Frustración, decepción, bronca; son palabras comunes que se escuchan en los pasillos del IFD, hablamos de docentes despiadados, que salen de cualquier lado, llenándote de trabajos; te persiguen, no te dan tregua ni descanso, presionan y exigen hasta el cansancio.
Los tiempos no dan; parciales, escritos, informes, actividades diarias, planificar para la escuela, es muy ardua la tarea Sin contar que detrás nuestra está el día a día de la vida misma empujándonos sin descanso.
Eso no sería tan grave a simple vista, por detrás, oculto en la sociedad, donde solo el estudiantado sabe, se encuentra: la maestra, la inspectora de práctica, el profesor del área, las directoras, los niños, y frases como “¡horrible tu planificación!”, “¡así quiere la inspectora!”, “¡no tomaste el error!”, “¡fundamentalo!”, “¡te falto el tilde!”, “¡motivalos!”, “¡preguntales!”, etc.
Al estudiante de magisterio se lo disputan dos instituciones que no logran ponerse de acuerdo, que desde tiempo parecen estar divorciadas y se la pasan discutiendo entre ellas el asunto de la tenencia de ese hijo hija que es el alumno; y el alumno, corre para todos lados, siempre encontrando críticas, que muchas veces son juicios de valor destructivos.
Ya lo dijo el Ministro de Educación y Cultura Ricardo Herlich: - “no puede ser un plan que tenga más horas que el día”. ¿Hasta cuándo vamos a estar frustrando a los futuros maestros con los pedidos en los cuales hay que hacer milagros para llegar a tiempo? Los magisteriales no comen ni duermen bien, sienten que no tienen vida fuera del instituto, y a su vez son ignorados; y sus progenitores se desvelan en detalles que solo contribuyen a un desgaste ya desgastado.
Hay momentos que se cae el mundo y lloramos en el silencio de nuestras casas sin encontrar consuelo, solos, bajo el manto de la desazón.
Luego el que aun no abandona piensa en los niños, en la magia de la escuela, y vuelve a la lucha una vez más.
Así podemos comparar la vida del estudiante con un barquito de papel en una bañera.
La bañera será el IFD, y el barquito el estudiante, entre ambos hay agua, que a veces está inquieta y moja poco, a veces hacen que el barquito se hunda (todos sabemos quiénes son el agua), pero lo importante es salir a flote, ya que cuando obtengamos el título de maestro, ya no estaremos en una bañera sino que pasaremos a un gran océano donde hallaremos más problemas que el agua.
Pero ¿qué es en realidad lo más importante? ¿Qué producto seremos al final de este viaje?
¿La formación a quien debe conformar?¿Me reconoceré al otro extremo del camino?
¿La realidad será como la bañera?
Son tantas las interrogantes que surgen y pocas las respuestas claras.
Este artículo más que cuestionar busca plantear interrogantes, inquietudes y reflexionar; acerca de nosotros;”Los Futuros Maestros” “los actuales estudiantes “y sumar otras voces, otras opiniones que abran el debate y hagan surgir otra realidad, no mejor, no peor sino otra, en que dejemos de ser los hijos de esa pareja divorciada que son Mamá instituto y Papá Escuela”.
